3.7.10

td/036 - Fragmento de Trantor

Pequeña pieza metálica procedente del planeta Trantor (el actual Hame).


Cuando Hari Seldon comenzó los estudios que le llevarían a desarrollar la nueva ciencia de la psicohistoria, Trantor representaba el corazón del Primer Imperio Galáctico. El planeta/capital estaba cubierto por completo de metal, material con el cual estaba construida  la inmensa ciudad que en sus 800 sectores hospedaba a más de 45 billiones de personas.
En Trantor se hallaba el fastuoso Palacio Imperial, que junto con la Biblioteca Galáctica era la única estructura que no estuviese cubierta por bóvedas metálicas, además de todas las oficinas que administraban todas las colonias del Imperio, hasta las más lejanas.

Trantor era también el planeta habitado más cercano al centro de la galaxia, y esta fue sin duda una de las razones de su elección, no solamente de valor simbólico, sino también práctico. De hecho el planeta dependía de los abastecimientos contínuos de géneros procedentes de toda la galaxia y que no estaba en grado de producir por si mismo. El aspecto administrativo y directivo ocupaba casi el 100% de sus recursos, faltando así casi del todo la producción básica.

Sin embargo, cuando la decadencia del Imperio fue tal que la flota imperial ya no podía mantener las defensas de este enorme y frágil mecanismo humano y burocrático, las naves del rebelde  Gilmer dieron el asalto, provocando la muerte de billiones de personas y decretando la definitiva caída del Imperio.
Los bombardeos y saqueos se prolongaron durante días, dejando intacta unicamente la grande Biblioteca, protegida en secreto por los miembros de la Segunda Fundación.

El Plan que Hari Seldon, único científico en grado de prever lo ocurrido, había puesto en marcha unos años antes, consistía en la creación de dos Fundaciones.
Estos dos polos situados "en los puntos extremos de la galaxia", conducirían a la humanidad desde el fin del Primer Imperio hasta el comienzo del Segundo, limitando la época de anarquía y conflictos intermedia de 30.000 a tan sólo mil años.

La Primera (y oficialmente la única) Fundación fue establecida en Terminus, un pequeño planeta situado al margen de la galaxia. Ahí sus científicos concentrarían sus esfuerzos en la creación de la Enciclopedia Galáctica, una suma de todos los conocimientos adquiridos hasta el momento por la humanidad.
Los miembros de la Segunda Fundación, por contrario, protegidos por el anonimato e invisibles a los demás, se dedicarían al estudio de las ciencias psíquicas, desarrollando aquellas potencialidades latentes en los hombres y controlando en secreto el progreso de la Primera Fundación hacia el objetivo final.

Después del saqueo, los pocos supervivientes de Trantor, empezaron a desmantelar las imponentes ruinas metálicas para venderlas como material de construcción y canjearlas con géneros de primer auxilio. Los terrenos liberados del metal se volvieron a cultivar, y en tan sólo una generación, lo que hasta poco tiempo atrás era un inmenso hormiguero metálico, se transformó en un planeta fértil y principalmente agrícola, habitado por una población simple pero tenaz.

La única estructura que nunca fue desmantelada es la Biblioteca Galáctica, evitada por las gentes del lugar que la consideran un lugar prohibido e incluso peligroso.
En su interior guardaba todas las obras creativas (y otras menos creativas) de la humanidad, la suma de todos sus conocimientos hasta la época de la caída del Imperio. Estaba totalmente informatizada y se necesitaba de personas expertas para poderla consultar.
Ahí estuvo el Mulo en el momento de su máxima expansion en busca de algún elemento útil para individuar la posición de la fantasmal Segunda Fundación, pero sus esfuerzos fracasaron ante la acción de una mujer, Bayta Darell, que pudo impedirlo en el último instante.

Este pequeño fragmento metálico, encontrado por un lejano tataranieto en uno de los innumerables mercadillos interespaciales, procede de las cercanías de la Biblioteca, que en su momento fueron saneadas y acondicionadas para los turistas que cada año viajan a Hame para visitar los restos de la antigua Trantor.
Sería complicado e incluso un poco comprometido explicar como esta pieza llegó hasta mis manos. Lo único que os puedo contar es que en un reciente viaje tuve la ocasión de descubrir que el tiempo es mucho más elástico de lo que solemos pensar.


A pesar del tiempo transcurrido, algunas partes del fragmento aún presentan una alta concentración de radioactividad, directa consecuencia de las armas usadas durante el ataque.
En realidad no es nada especialmente peligroso si es manejado con las debidas cautelas.

DETALLES:
Tamaño: cm 5,8 x 2,2  grosor cm 1,8
Peso: + o - 60 gr.
Composición: hierro marciano (80%), aluminio de Kalis IV (15%), titanio carbonato* (5%
*obtenido con el viejo proceso Storwo en uso en la época de la construcción de Trantor.
Procedencia:
Cercanias de la antigua Biblioteca Imperial (hoy Biblioteca Galáctica) de Trantor. Galaxia Central.

15.5.10

td/035 - Hoja de bronce

Le llamo hoja por su forma particular, pero admito no tener la menor idea de qué podría ser este objeto encontrado hace tiempo en la playa de Motril.


Quizás la respuesta sea de lo más banal, pero viéndolo asomar de la arena me recordó a ciertos antiguos artefactos devueltos por el mar tras decenas o centenares de años. No creo sea éste el caso, aunque el metal lleva bien visibles las marcas de la oxidación y del tiempo.

La superficie en origen, tenía que ser perfectamente lisa sin marcas en relieve o grabadas que podrían facilitar la datación del objeto. Su forma parece obtenida a través de un molde, y el borde no es tan perfectamente liso como debería ser si fuera un producto industrial fabricado en serie.
Uno de los lados, además, resulta aplastado, probablemente desde la época su fabricación. No se notan por otra parte rascaduras o "heridas" recientes que interrumpan la fina capa de óxido.
De hecho tampoco estoy del todo seguro que se trate de bronce. Podría ser cobre, lo que haría el asunto aún más interesante. 

Las hipótesis que he podido avanzar hasta el momento sobre el orígen de esta hoja son las siguientes:

1 - Se trata de un componente de una herramienta de navegación, la pieza de un bote o parte de la estructura de un barco (a unos trescientos metros del lugar del hallazgo se encuentra el puerto de Motril, recientemente ascendido de categoría a "puerto de la Alhambra" de Granada);

2 - Es parte de la carga de un antiguo navío, una remesa de lingotes cortados en diferentes formas, hundido quizás hace más de un siglo o perdido en las operaciones de descarga;

3 - No tiene nada a que ver con la mar y es simplemente un residuo de la construcción del chiringuito que se hallaba a tan sólo unos metros de él. Por supuesto no pregunté nada a los dueños por temor que me privasen de este precioso manufacto;

4 - El lugar se encuentra en la playa, pero bastante lejos de la orilla, en un area accesible a los coches y donde los domingueros aparcan para ir a bañarse. La pieza no tiene un aspecto muy tecnológico, pero podría haber caído o haber sido tirada desde un coche. Sería interesante investigar sobre los casos de accidentes mortales ocurridos en la zona en los últimos 50 años, por si álguien lo guardaba  en su coche como amuleto;

5 - Representa realmente una hoja y era parte de un conjunto escultóreo encargado en 1554 por el emperador Carlos V a un artista de Toscana y que representaba el árbol de la Sabiduría. La composición incluía figuras a tamaño real de Adán y Eva comiendo el fruto prohibido y una larga serpiente articulada de malla de bronce. La hoja se perdió al descargar las estatuas del barco (volvemos así a la hipótesis 2);

6 - Es la forma en positivo de un ojo resultante tras la fabricación de una máscara ritual fenicia. Un primitivo residuo industrial en la costa de Andalucia;

7 - Era la punta de una lanza aún sin terminar, guardada en una caja de la escolta del rey moro Boabdil, que antes de embarcar hacia Africa tras la reconquista, decidió deshacerse de un peso inútil;

8 - Fue colocado ahí unos segundos antes de mi llegada para que pudiera acabar en mi Trastero y fuera elegido como objeto de culto por la septa pseudo-religiosa que en el año 2130 encontrará una copia del blog en mi disco duro: La lengua del Profeta;

9 - Era en orígen una tira de hojaldre envenenado para una tarta nupcial, pero la larga exposición a los rayos Z ha irremediablemente alterado su estructura molecular, metalizandola. Los novios aún la siguen buscando;

10 - Es un estupidísimo trozo de metal creado aposta para despertar la curiosidad de los estúpidos que van por las playas recogiendo estupidísimos trozos de metal.


Tras una larga investigación y profundos estudios, propendería por esta última hipótesis, aunque a final de cuentas no hay nada cierto.
Si álguien tiene en su mano otros elementos que puedan ayudar a echar un poco de luz sobre el asunto, les animo a que me los comuniquen. Si así lo desean, pueden hacerlo de forma anónima en los comentarios de este post.

El lugar del hallazgo

DETALLES:
Tamaño: por verificar
Peso: por verificar
Procedencia:
Septiembre 2008. Playa de Poniente, Motril (Granada).

10.1.10

td/034 - Carta de Enrico (segunda parte)

En la primera parte de la carta leímos el relato que Enrico hace a sus padres de su captura, de madrugada, en zona de combate. Al parecer la acción del enemigo fue facilitada también por la traicción de unos  conmilitones, aunque la secuencia de los hechos así como él los cuenta, no me resulta del todo clara.
Enrico afirma en más ocasiones que su rendición no fue causada por falta de valor, ya que él intentó hasta el final incitar a sus hombres al combate, y tampoco los abandonó cuando, a pesar de sus esfuerzos, la situación se hizo más comprometida.


Esta insistencia en justificar su posición se puede bien explicar, ya que el mando italiano era muy duro con los soldados que rechazaban el enfrentamiento con el enemigo o intentaban disertar. Para estos casos era prevista la pena capital, y fueron muchos los soldados italianos que cayeron de esta manera.
A menudo, los hombres capturados por los austríacos también eran  considerados una deshonra por sus familias, siendo tratados como traidores de la Patria.

Un claro ejemplo son estas pocas líneas, escritas por un padre a su propio hijo prisionero de guerra:
"Me pides comida, pero a un cobarde como tú no mando nada: si no te fusilan aquellos canallas de los austríacos  te fusilarán en Italia. Tú eres un sinvergüenza, un traidor; deberías matarte tu mismo. Qué viva siempre Italia, muerte a Austria y a todos los canallas alemanes: cabrones. No vuelvas a escribir que nos haces un favor. Muerte a los canallas". (fuente - en italiano)



Pero volvamos a nuestra carta. En esta segunda parte vamos a leer el relato, cautivador al igual que una novela, del intento de fuga efectuado por Enrico con unos compañeros de prisión.
La rocambolesca evasión planeada durante mucho tiempo, finalmente no tuvo éxito,  pero a juzgar por  el documento, tampoco acabó tan mal.

Me pregunto a través de cuales canales habrá sido enviada esta carta, ya que la correspondencia era sistemáticamente controlada por los censores y un texto como el siguiente hubiera representado de hecho una confesión a los ojos de los austríacos. Sin embargo es evidente que había formas de evitar los controles, ya que el padre de Enrico pudo hacer llegar al hijo unos mapas del Touring Club alemán que supuestamente servirían a los fugitivos para orientarse una vez abandonado el campo. Tal vez aquella famosa recomendación finalmente alcanzó su objetivo.

(sigue el texto de la carta - aquí la primera parte)


"Trabajando con cuidado se escuchaban las conversaciones que se hacían encima de nosotros. Una tarde oímos unos compañeros discutiendo animadamente sobre la imposibilidad de una fuga a través de un túnel. Y nosotros riéndonos en silencio y pegándonos unas hostias de muerte para desahogar nuestro buen humor!
Después de haber excavado lo que nos pareció suficiente para acoger la tierra de la galería, empezamos el trabajo subterráneo, hacia los reticulados.


Pisamos la tierra un par de metros debajo del suelo, pero íbamos avanzando muy lentamente por culpa de los contínuos desprendimientos, a pesar de los intentos de armar la galería con los minúsculos listones que teníamos a nuestra disposición. Y cuando ya habíamos avanzado unos 6 metros, vinieron fuertes lluvias que despertaron nuestra desesperación ya que preveíamos lo peor. De hecho una mañana sobre las cinco se nos acercó furtivamente nuestro ordenanza para avisarnos que bajo el desague del techo el suelo se había hundido. Pero los austríacos ya habían sido avisados, así que bajamos corriendo bajo tierra para cerrar el túnel. Los austríacos vinieron, estudiaron, hicieron excavar y remontaron hacia la barraca hasta que encontraron la barrera hecha por nosotros. Vieron la segunda escotilla, mandaron arrestar a los dos oficiales del dormitorio agujereado, hicieron tapar la brecha y empezando por los soldados serbios, excavaron bajo el túnel y abrieron aspilleras para una inspección completa.



Vigilantes austríacos en el campo de Braunau

Pasados unos días, viendo nosotros que los serbios avanzaban despacio, recobrando confianza, volvimos a abrir el camino y comenzamos otro túnel. Esta vez lo armamos mejor, y seguimos con ardor, llevando, de broma, la tierra de la excavación al lugar donde trabajaban los serbios, por supuesto durante la noche, y ellos se la llevaban sin darse cuenta del doble trabajo que iban haciendo. El transporte lo hacíamos con unos carritos de tres ruedas construidos con las cajas de licores que nos traían de Linz, cuya madera usábamos también para armar la galería. Pero ¡cuánto pesaban esos carritos empujándolos de rodillas! Pobres rodillas heridas por las gravas. Y ¡vaya cabezazos pillábamos contra las armaduras del túnel!

Como en el túnel faltaba el aire, así le pusimos un ventilador manual. Luego, utilizando los cables de un timbre eléctrico olvidado en una barraca, pusimos una bombilla eléctrica en el túnel. Las velas por otra parte, aunque las tuvieramos, no funcionarían por la falta de aire; de hecho los austríacos no permitían su uso después de los primeros intentos de fuga.
 
Para entender lo que es el trabajo bajo tierra, habría que preguntarle a un minero. Trabajábamos medio asfixiados y casi cegados por la arena que entraba en los ojos; con encima  el temor de un desprendimiento que nos enterraría vivos sin esperanza de recibir ayuda. La tierra y la arena helada se insinuaban entre la ropa y se iban a meter, cómo no, justo debajo de los huesos, y siempre caía agua desde arriba.
Tras dos horas de semejante trabajo teníamos que parar.

Una noche mientras estaba trabajando con un compañero, vimos la luz eléctrica apagarse y encenderse tres veces. Era la señal de alarma.

Nos retiramos deprisa y con cuidado y volvimos a la escotilla. Oíamos gente corriendo. De repente oímos también a los austríacos hablando en un pasillo.
Saltamos fuera del agujero como dos ratas, nos arrancamos de encima las ropas de trabajo, nos pusimos los pantalones, los zapatos y con la rebeca desabrochada y las polainas en las manos nos lanzamos por la ventana y salimos pitando hacia la habitación de un compañero. Llegados ahí, nos pusimos en orden y volvimos indiferentes a curiosear.

 
Los austríacos habían sido bien informados y sin duda llegaron al sitio que álguien les había indicado. Pusieron a dos sentinelas delante de la puerta de la habitación, y a dos delante de las ventanas, y dejaron la inspección para el día siguiente.
Pero por la noche nosotros pasamos a través de las aspilleras y entramos en la habitación. Nos llevamos la ropa, el registro de los turnos y una vez bloqueada la puerta nos fuimos.
Por la mañana llegaron los alemanes y sólo entonces se dieron cuenta de que deberían haber entrado enseguida en la habitación y dejar ahí dentro un sentinela en vez que cuatro fuera.

Sus intentos para identificarnos resultaron inútiles.
Hicieron excavar el túnel en todas direcciones, cerraron todo y así se acabó, y se acabaron también nuestras esperanzas de fuga después de tanto duro trabajo. Si pienso que sólo nos faltaban unos pocos días de excavación para llegar al otro lado de los reticulados, y entonces en una noche de tormenta ¡nos habríamos largado!


Hecho curioso que todos los que sabían de este túnel hubieran querido huir detrás de nosotros. Ustedes que conocen por experiencia la escasez de personas serias ¿se imaginan cuantas probabilidades de éxito tendrían desprovistos como eran de todo lo necesario para un trayecto de por lo menos treinta noches de viaje?

Nosotros, preparados desde hacía seis meses, lo teníamos todo; comidas especiales, zapatos, una buena cuerda por si teníamos que cruzar los ríos, pero sobre todo, la precisa brújula, y los magníficos mapas del Turing Club alemán que tú, querido papá, eludiendo la censura austríaca me habías hecho llegar en perfecto orden. Con semejantes claros mapas y con las indicaciones de pueblos y ciudades que me habías dado, podíamos con toda seguridad costear las carreteras principales y siempre de noche. Habríamos evitado vigilantes y perros, y niños, que sólo salen de día. Por otro lado el Mayor de nuestra barraca siempre decía que sólo confiaba en Ioris, Salterio y Sforza; los demás en cambio, que tras el primer impulso de fuga habían dejado de trabajar, le daban las risas.
Desgraciadamente que acabaron riendo los austríacos y eso por culpa de un espía, ¡por desgracia uno de los nuestros!
Ahora es inútil pensar en otros proyectos, más adelante veremos; de todos modos somos todos sospechosos, por cuanto los austríacos no hayan podido individuarnos.
 
Concluyendo, no os preocupéis por mi, porque ahora estamos mejor, por supuesto mientras que siga llegándonos la comida que los parientes nos mandan. Por las enfermedades también ya no hay peligro, es verdad que antes que yo llegara hubo una pestilencia en la que murieron unos ocho o diez mil serbios, pero entonces la higiene no se cuidaba.


Os doy las gracias por facilitarme mis estudios; yo intento echar la melancolía estudiando, y de momento ya tengo suficiente con el cálculo y con la mecánica racional.
 
Con la llegada de otros inválidos os volveré a escribir.
Os beso y con cariño me digo vuestro


ENRICO"

El campo de Mauthausen, como muchos otros después de la primera guerra mundial, cerró en 1918 y los prisioneros poco a poco fueron repatriados a Italia. Desgraciadamente no encontré la lista de los fallecidos de ese campo, que es disponible online para el de Marchtrenk y donde no aparece el nombre de Enrico. La mayoría de las fuentes se refieren a la época de la segunda guerra mundial, así que es más difícil tener acceso a los datos de más de treinta años antes.
Me gustaría pensar que Enrico finalmente pudo volver a su casa, aunque el cuidado con el que ha sido transcrito y guardado este texto me sugiere el contrario... Puede que entre los otros viejos documentos que aún reposan en la caja de la que he sacado la carta, se esconda algún indicio que pueda ayudarme a desvelar el epílogo de esta historia. En ese caso, no dudaré en publicarlo en el Trastero.

DETALLES:
Páginas: 4 sobre una única hoja
Tamaño doblado: cm 21 x 30 

Procedencia:
La misma caja de td/015, td/030 e td/033.

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